Cuando se publicó la primera edición de Control e instrumentación de centrales eléctricas, el diseño y la operación de las centrales eléctricas estaban determinados casi en su totalidad por ingenieros. Los sistemas de red operaban, como lo hacen ahora, sobre la base de la asignación de cargas a las centrales eléctricas según el mérito: es decir, las plantas que eran más baratas de operar se pusieron en marcha antes que las más caras. Pero esa base de mérito era relativamente sencilla en ese momento: el costo de capital amortizado de construir una planta se combinaba con los costos operativos (combustible, personal y mantenimiento) para producir una cifra que representaba el costo de generación; y la carga se asignó en consecuencia. Las plantas nucleares, caras de construir, lentas para arrancar pero baratas de operar, se convirtieron en estaciones de carga base.
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